Mis pies descendieron casi de manera mecánica y rutinaria por las escaleras del subterráneo, la atmósfera era brillante y apacible, aunque tenía un toque de urbana nostalgia. Me senté en una banca cercana esperando la llegada del tren; el trabajo había sido ligero, pero no era por demás el deseo de querer estar en casa pronto.
Fue entonces cuando apareció sin introducciones para irrumpir en mi vida. Sus pasos eran serenos y casi no resonaban, aunque la acústica del lugar hubiese sugerido lo contrario. Su figura surgió desde la lejanía, aproximándose de manera moderada y grácil ante toda la extensión de dicha palabra. Era como una magia arcana, una ciencia ajena y desconocida la cuál sencillamente me cautivó y no me dejó pensar en otra cosa, sino sólo en aquella bella mujer y su notable figura. Su vestido, de colores inspirados en una luna pálida sugirieron la razón a mis pesares, cuyos instantes y letárgicos segundos, no me dieron para un mayor o menor raciocinio. ¡Cuán mediocre debí mostrarme ante ella!, aunque no parecía mostrar mayor atención que sólo la obligada mirada dirigida por instinto, tan efímera y banal como mis propios y poco sustanciales pensamientos de aquellos instantes.
El tren llegó y los usuarios abordaron rápidamente. Mi primer objetivo era la demora, mi excusa claro está era saber cuál asiento ella escogería para sentarme desidiosamente cerca y seguirla admirando paras mi propio y vanidoso placer personal. Al tratar de efectuar dichos cometidos, es de natural consecuencia que se presenten ciertas interrogantes, ¿Porqué escogió subir en el primer vagón, justamente en el cuál se presumía entonces yo subiría?, ¿De donde vendría ésta bella y misteriosa extraña? Tal vez una entrevista de trabajo debido a su atuendo, pero esto lo deseché rápidamente; Ella era demasiado refinada, demasiado cautivante¸ cosa que era justamente la que en aquél momento era la necesaria para tenerme completamente absorto de todo sentimiento que no fuese dirigido hacia aquella inocente e intrigante criatura.
No podía despegar mi mirada aún cuando trataba de hacerlo discretamente, pero las palabras y actitudes sobran cuando los reflejos son abrumados por el objeto del placer. Ella lo nota, sé que lo hizo ¿será acaso una oportunidad que el cielo me da para poder amar y ser amado?, ¿para finalmente ser feliz?
El tren llega a la estación en la que debe transbordar, ruego al cielo y ciencia que también sea su destino. Me sorprende y anima que así sea. Debo comenzar a caminar con la multitud, la pierdo por unos instantes, para cuando caigo en razón, me veo lejos de ella. Pero sé que sigue ahí, lo percibo, así lo deseo. Como si mi voluntad fuese inquebrantable, frugal, inmovible. A veces débil, a veces fuerte, como si pudiese acercarme al objeto momentáneo de mis deseos. Será por fe, convicción o destino pero así es como sucede, su destino es el mismo que el mío, llevamos la misma dirección y el mismo ritmo. Si tan sólo Dios fuera tan amable de que tuviésemos también el mismo corazón.
Nos trasladamos a la estación requerida, siento satisfacción y mi estómago da un vuelco de alegría cuando veo que se sienta cerca de mí; Su mirada y figura me incitan y recuerdan lugares de índole poética que en otrora me entristecieran en demasía. Vacilo, cambio, continúo y me retraigo. Dejo de existir por instantes y me reintegro mientras me cautiva en momentáneas ideas y esperanzas cómo las que alimentan sin duda alguna a un niño seguramente no mayor de diez años. Me pregunto cuál será su nombre, donde trabaja, donde estudia, donde vive. ¿Será acaso un alma libre?, ¿Será acaso un espíritu que engaña mis ojos? No puedo decirlo, al menos no con absoluta franqueza. Sólo me queda presumir y mentir abiertamente acerca de éstos asuntos, como si fuese un muchacho que alardea acerca de sus logros cuando en realidad tiene fracasos.
El tren llegó de nuevo, y ésta vez yo abordé primero. Sabía que el destino haría que ella me siguiera, eso en verdad era lo que yo quería, pero así no sucedieron las cosas.
Ella se quedó ahí sentada, inmutada y ajena a la necesidad de abordar mi vagón. Espejos, el espejo que llevaba dentro del pecho comenzó a caerse lentamente en pedazos. Ella no se movería, no tomaría ese vagón, ni siquiera tomaría ese tren. Jamás le preguntaría su nombre y ella no se enteraría que en aquellos instantes me enamoré perdidamente de ella; Jamás sabría que la amo, ni que anhelaba conocerla más allá de éste absurdo e irónico cosmos.
La puerta del vagón se cierra lentamente, mis ojos se quedan fijos en ella, fijos en el objeto de mi insensata admiración. Sus ojos se notan distraídos, inmersos en sus propios propósitos. Siguiendo, buscando y rindiéndose tal vez al ocio oportuno de aquellas horas de la tarde.
El tren comienza a moverse, pero mi corazón se queda ahí, se quedará estático por el resto de mis días ahí en aquella estación. ¿Cuáles habrán sido los motivos de mi momentánea amada? Tal vez esperaba alguna hora o virtud apropiada en la que entonces comenzaría su traslado; Tal vez esperaba a alguien, algún amigo, algún entrañable cercano. Tal vez su verdadero amor y eso no podré saberlo. Su figura se alejaba y no podía evitarlo. ¿Cuál era su nombre? Su nombre al menos debí saberlo, pero ahora jamás podré. No puedo, jamás pude saberlo. ¿Fui acaso un cobarde? O tal vez fue lo más sensato que pude hacer, estorbando mi criterio con falsos galimatías y errores de entremés en un verano sin suertes.
Hoy conocí a una extraordinaria mujer, pero no sé su nombre y ella no conoce el mío. Estúpida felicidad, ¡Cuán odiosa y desgastante es tu búsqueda! Palabras y consecuencias tiradas al viento.
Olvidé mencionarlo….Creo que jamás podré verla de nuevo.
Magic Soda Pop is Online!
Hace 5 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario